Minimalista, pero no lo suficiente
Me pilló un poco a contrapié. Justo después de las vacaciones de verano tuve que mudarme. Planeaba mudarme en un plazo corto, pero no tanto. El caso es que sin ser consciente había ido posponiendo el cribado de los objetos y pertenencias que llevamos arrastrando desde que empezamos a vivir por nuestra cuenta.
El hecho de empaquetar todas las cosas, clasificarlas, amontonarlas y volver a desempaquetarlas te da una buena perspectiva sobre todo lo que has incorporado en tu vida, a veces sin demasiado sentido.
Sé que el de ahora no va a ser mi lugar de residencia definitivo. Quizás nunca sepa con certeza cuál va a serlo, después de todo. Lo que sí sé es que para la próxima mudanza voy a estar mejor preparado. Ya he comenzado a vender algunas de las cosas que no utilizaba, aunque no ha sido especialmente fácil. De otras, me estoy deshaciendo en el punto limpio, sobre todo papeles y libros desactualizados.
Me queda por decidir qué hacer con la colección de CDs musicales, las pocas cintas de cassette y VHS que aún tengo o los CDs de drivers y programas que nunca he utilizado porque eran para Windows.
Mención especial es la de mi antiguo portátil. El Packard Bell que he tenido desde 2008. Cuando compré el nuevo portátil pensé mantener el antiguo para el trabajo. Pero tener que mantener sincronizados ambos portátiles y el hecho de que el Packard Bell no tuviera batería era un problema. Por lo que, al final, me he deshecho de él. Y en este caso sí es verdad que un poco de desapego hacia los objetos y gratitud a la Kon Mari, me han facilitado dar ese paso. Siempre me ha costado dejar ir mis cosas o no hacer lo que en el pasado me gustaba. Lo sentía como una especie de traición, a los objetos o a mi yo del pasado.
Ahora me sigue costando, pero menos. Y espero que con la práctica llegue un momento en el que pueda quitar de mi vida las cosas que no me aportan nada útil y evitar que la nostalgia siga poniendo trabas en mi camino.
Un saludo.