Cómo plantarle cara a la ecoansiedad
Dicen que las cumbres sobre el clima no sirven para nada. Quizás no para solucionar problemas pero sí sirven para fomentar una sensación de indefensión en los ciudadanos. Como si la incapacidad de los gobiernos para ponerse de acuerdo y tomar algún tipo de medida impidiera que pudiéramos hacer algo, salvo esperar a que se vayan desatando las consecuencias de esta amenaza climática.
Esa situación es lo que aumenta la ecoansiedad, como la llamaban en un programa de radio hace unos días. La sensación que produce saber que nos dirigimos irremediablemente hacia un desastre, sin poder hacer nada para evitarlo.
La ansiedad nos ciega. Nos impide ver las cosas con claridad. Puede que los gobiernos no se pongan de acuerdo pero nosotros podemos emprender ciertas acciones sin tener que esperar a la bendición de ningún jefe de estado.
Necesitamos mentalizarnos de que cualquier cosa que hagamos, por pequeña que sea, va a ser mejor que no hacer nada. Para empezar lo primero es analizar nuestra conducta. Dedicar una semana, por ejemplo, a estudiar nuestros hábitos de consumo, separar los residuos o analizar el uso que hacemos de los electrodomésticos… Anotar, y analizar. Es el primer paso.
Con esa información hay que buscar una acción sencilla. Algo tan fácil que no podamos encontrar una escusa para no hacerlo. Por ejemplo, en mi caso mi primer paso fue comprar un juego de bolsas reutilizables para hacer la compra. No puedo ni imaginar la cantidad de bolsas de usar y tirar que no he tirado desde que empecé con esta medida.
Otra cuestión que hay que tener en cuenta es que no se puede ser perfecto. Entre otras cosas, porque el ser imperfectos forma parte de la naturaleza humana. No hay que esperar salvar el mundo todos los días. Puedes fallar. Algún día he salido sin mis bolsas y he comprado utilizando las de usar y tirar, eligiendo cuando ha sido posible las de papel reciclado. Y lo he hecho sin remordimientos. Porque lo importante es la tendencia de nuestras acciones, es decir, de si a medida que pasa el tiempo estamos más cerca del objetivo que perseguimos. Eso es importante porque intentar llevar a cabo una medida que parece difícil asumiendo que o la cumples siempre o será un fracaso, puede ser demasiada presión. Y esa presión puede hacer que la descartes y busques algo más sencillo. Si sigues con ese hábito, lo más probable es que te acomodes y no quieras hacer cosas que parezcan difíciles. Es un círculo vicioso que conduce a la rendición porque “total, yo solo no puedo hacer nada contra esto”.
Así, que aceptando la posibilidad de fallar podemos intentar cualquier cosa y seguir adelante aunque por el camino no lo consigamos todos los días. Es la única forma de avanzar, aunque sea a tropezones. De zafarse de la ecoansiedad y dar la cara por nuestro futuro y por el de los que nos sucederán.
Un saludo. Y si se te ocurre alguna medida sencilla puedes mandarme un tuit y así voy ampliando mi repertorio.